martes, 21 de junio de 2011

Dulce noche.

Todo se vuelve un poco incómodo, un poco frío, helado. El silencio es el dueño de la sala esta mañana, quitándole el sitio a la pasión. Recoges tu ropa que habías ido dejando tirada anoche mientras arrancabas la mía. Una noche sin una sola nube en el cielo, manto de estrellas, tú como único abrigo. Ahora, sentada en el borde de la cama, recorro tu espalda con la mirada. Las palabras ya no importan, las miradas duelen. Fue la última noche, casi con rabia, con el dolor de saber que esos eran los últimos besos, las últimas caricias; sabiendo que te decepcioné, leyendo el dolor en tus ojos, y tú el temor en los míos, temor a echarte de menos a pesar de las palabras dichas. Tuve que decirte la verdad porque quemaba, el amor se apaga; y sé que esta será la última vez que tu olor quede impregnado en mis sábanas.

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